Hace varias semanas alertamos respecto a la carrera armamentista que se desató en América Latina, más específicamente desde que la República Bolivariana de Venezuela invirtió un montón de millones de dólares en armas de las más modernas y sofisticadas tecnologías. En especial, destacamos, fueron las compras de cientos de miles de fusiles de asalto Kalashnikov de procedencia rusa y china, además de aviones de combate, vehículos blindados, un submarino nuclear, etc.
En mayor o menor cantidad, sus marionetas, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador y Daniel Ortega de Nicaragua están siguiendo sus mismos pasos.
A su vez Paraguay recibió también importantes arsenales desde los Estados Unidos, aparentemente destinados a combatir el narcotráfico y el terrorismo.
Ya se llegó al extremo que una de las naciones más pobres y subdesarrolladas de América del Sur, como Paraguay, adelantó que presentará una formal protesta ante la OEA (Organización de Estados Americanos) exponiendo sus temores por el desplazamiento de fuerzas militares, fuertemente armadas, en su larga frontera, por parte de Bolivia. A su vez, en la otra cara de la moneda, el presidente brasileño Luiz Inacio Da Silva cerró un contrato de compra de material bélico por más de 14.000 millones de dólares con Francia, en el marco de una reciente visita que el presidente Nicolás Sarkozy realizara a los Estados Federativos de Brasil. Posteriormente, hizo lo mismo con Bolivia.
Asimismo, no se puede perder de vista una suerte de asociación ilícita entre Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad de la República Islámica de Irán, y en este sentido asimismo es de mencionar que tanto Bolivia como Venezuela están en condiciones de proveer al dictador iraní material radiactivo necesario para la fabricación de misiles nucleares. “No hay que olvidar que ya Irán está experimentando cohetes de mediano y largo alcance con capacidad de portar cabezas nucleares que perfectamente pueden agredir a Israel en Oriente Medio (país al que juró hacer desaparecer del mapa), entre otras naciones que no aceptan su prepotente liderazgo y a Estados Unidos en América. Si a todo esto se le agrega el odio casi visceral que sienten ambos dictadores contra la potencia norteamericana, es fácil deducir cual será el destino de la paz de los países que la apoyen y especialmente la de aquellos que se les enfrenten”, dijimos.
“Brigadas civiles armadas”
Más allá del repudio que nos merecen sus salvajes expropiaciones, incluso de empresas argentinas, de quien se manifestó un gran amigo, o de los bárbaros cerrojos a los medios de comunicación, hoy nos encontramos con otra de sus incomprensibles decisiones, como fue la creación, ya oficialmente, de “Brigadas armadas civiles“, las que, como explicó el increíble bolivariano Chávez, “no dependerán de las Fuerzas Armadas”, a pesar de su organización militar, sino que dependerán directamente del señor presidente y estarán destinadas “a controlar las manifestaciones públicas”, o sea reprimir a los sectores de la sociedad venezolana que pretendan manifestarse contra algunas decisiones totalmente arbitrarias, por ende dictatoriales, y autoritarias del Gobierno. Siendo un peligroso invento del dictador venezolano, seguramente que no habrá en ese país caribeño un solo juez que se atreva a juzgarlos cuando cometan algún vandálico acto acostumbrado, incluso si provocaran una muerte.
Definitivamente, ha caído totalmente la máscara de democracia que simulaba respetar el “Socialismo siglo XXI” chavista.
Asimismo, dos socios de Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa y el peruano Alan García, en un reciente encuentro rechazaron que en América hubiese una carrera armamentista, pero el segundo solicitó acompañamiento a su propuesta de reducir los gastos en compra de armas, a fin de destinar más recursos a la lucha contra la pobreza. ¿Entonces?
Analicemos un poco la filosofía de “milicias”, qué significa su existencia y qué pueden aportar, eventualmente, al mantenimiento de la paz y la seguridad. O no.
La idea de milicia es la de un ejército paralelo al oficial, por lo general de apoyo a una revolución e inclusive pueden confluir en una sola estructura bélica con las Fuerzas Armadas normales. También regímenes, siempre totalitarios, como el fascismo italiano, el nazismo alemán o el franquismo español supieron formar esos cuerpos civiles, pero armados, y que obviamente servían a los intereses de los dirigentes de turno para operaciones no muy santas, especialmente para reprimir a los opositores.
En ese sentido, en América Latina, cuando triunfó la Revolución Cubana en 1959, nacieron las Milicias Nacionales Revolucionarias, organización popular para repeler un ataque exterior y enfrentar la contrarrevolución interna.
Justamente la Revolución Cubana es el proceso del siglo XX que más admira Chávez y que le ha servido muchas veces de inspiración a sus desvaríos autoritarios.
Milicias ilegales en América
También en Latinoamérica hubo otras naciones que siguieron esa idea represiva. Por ejemplo Nicaragua, donde trataron de implementarlas allá por la década de los '¨70 del siglo pasado por parte del sandinismo, pero perdieron en el juego electoral. Hoy esa misma ideología está en el poder, si bien con un perfil distinto, cambio impulsado por las actuales exigencias a fin de poder gobernar con cierta tranquilidad e integrarse al mundo moderno, donde la ultra izquierda encuentra muy poco o ningún apoyo popular, más allá de querer introducirla disfrazada del “socialismo siglo XXI” que pretende impulsar Chávez.
En la misma época, al triunfar la Revolución Islámica, que impuso la República Islámica de Irán, el eterno líder religioso, el ayatola Jomenei, se encargó de formar la milicia armada de la Guardia Revolucionaria, no escondiendo que se debían dedicar a proteger el sistema dictatorial y los valores del islamismo de peligros internos (léase opositores al régimen) y externos. Desde el principio se dedicaron al control callejero, sin control y total impunidad, habiéndose convertido en una muy importante corporación militar que defiende sus enormes intereses económicos.
La idea de un cuerpo de milicianos ya la había manejado Chávez desde el principio de su mandato, cuando formó sus “milicias productivas”. Pero, después del frustrado golpe de Estado del año 2002, al entender que no dominaba a la totalidad de los cuadros militares, decidió convertirlos en un cuerpo armado para su protección política, especialmente para perseguir a los opositores en su propio país.
Asimismo, Chávez no sólo copió las “milicias revolucionarias” de Fidel Castro, sino también la doctrina del modelo cubano en las Fuerzas Armadas. Y este año, finalmente, logró sacar la Ley de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la que su Milicia Bolivariana sería una “fuerza paralela” a la oficial, totalmente independiente y no su “quinta” pata, como se planteó originalmente. Es decir, sin control institucional.
Tal cual se tratara de dos países enemigos, la tensión entre Venezuela y Colombia se viene acrecentando desde hace ya largo tiempo, al extremo que se han realizado reuniones cumbre de presidentes de los países que componen la UNASUR (Unión de Naciones de América del Sur) con el único objeto de presionar al segundo para que prohíba el uso de varias de sus bases militares por tropas estadounidenses, estacionadas en las mismas con la finalidad de combatir al terrorismo y el narcotráfico. Incluso esto llevó al duro congelamiento de relaciones entre ambos países y, siguiendo similares lineamientos, hizo lo mismo Rafael Correa, del Ecuador.
Como una fatídica confirmación de nuestras preocupaciones, el 25 de octubre pasado se denunció la masacre de ocho colombianos por parte de un grupo armado en Venezuela ¿quizás como debut de las legalizadas milicias civiles armadas? El Gobierno del presidente Chávez dijo que “lamenta el hecho y lo investigará”.
Sin duda que los muertos serán denunciados como espías para Colombia y/o Estados Unidos. ¿Y eso podría justificar que sean masacrados por civiles?